Desde FOCO, nuestra herramienta de monitoreo ciudadano, recibimos diariamente reportes de distintas comunidades del país. Una problemática que se repite con alarmante frecuencia nos hace recordar esa expresión tan nuestra: “eguatamina, ecalculá”. En guaraní, esta frase se traduce como “camina y calcula”, una invitación a abrir los ojos, pensar y analizar con detenimiento lo que está pasando.
Y lo que está pasando es que, a pesar del paso de los años y de las millonarias inversiones en infraestructura educativa, miles de niños y niñas siguen estudiando bajo árboles, entre pasillos húmedos o en salones con peligro de derrumbe. Es un déjà vu que duele: muchos de nosotros pasamos por eso, y hoy volvemos a verlo como si nada hubiera cambiado.
La educación bajo goteras y entre paredes frágiles
En Capiatá, Central, la comunidad de la Escuela Básica N.º 2397 Virgen de las Mercedes hizo un llamado de urgencia:
“Inundación total dentro del aula por las goteras del techo, vigas a punto de romperse, tejuelitas que ya salieron de su línea y están a punto de caerse”.
Las imágenes recibidas muestran estructuras a punto de colapsar. En lugar de ser un lugar seguro para aprender, las escuelas se transforman en un riesgo para estudiantes y docentes.
En Limpio, Central, el Colegio Nacional Santa Lucía atraviesa una situación igual de preocupante. El frío del invierno golpea con fuerza, pero eso no impide que los alumnos sigan recibiendo clases a la intemperie:
“Los chicos están dando clase afuera por falta de aulas. Se están construyendo dos, pero recién a finales de julio van a estar listas. Se necesita una más, porque hay tres cursos: primer, segundo y tercer año. Se consiguió un aula móvil, y se turnan: un día usa primer año, otro día segundo, y así”.
A eso se suma la precariedad de las decisiones institucionales:
“Por peligro de derrumbe se mandó a echar las aulas… pero recién al volver a clases se percataron de eso”.
Comedores convertidos en aulas y aulas soñadas por padres
En San Pedro, San Estanislao, la Escuela Básica N.º 6621 Virgen de Caacupé refleja otra cara de la misma crisis. Allí, los padres se organizaron y empezaron a construir un aula por su cuenta, pero la obra está inconclusa.
“Los niños están usando el comedor como aula, y con esta temperatura no pueden almorzar afuera en los pasillos. El aula que iniciaron los padres aún falta terminar, y también se necesita con urgencia construir un canal, porque la institución se inunda en época de lluvia”.
Cuando el Estado no responde, son las familias quienes se movilizan, quienes organizan rifas, colectas o incluso se convierten en albañiles para levantar paredes que den un poco más de dignidad a la educación de sus hijos.
Clases bajo árboles: el regreso no deseado
En Caaguazú, distrito de San Joaquín, en la Escuela Básica N.º 3145 3 de Febrero, el reclamo es directo y contundente:
“Necesitamos arreglar lo antes posible esa aula porque los de séptimo grado se quedan sin lugar. Están dando clases bajo un árbol. Ahora mismo están en el pasillo porque salió el sol”.
La dependencia del clima para poder recibir clases es una constante en muchas escuelas rurales del país. Si llueve, no hay clases. Si hace frío, se suspende. Si hace calor, se soporta. Y si hay sol, se agradece para poder usar un árbol como aula temporal.
Peligro de derrumbe y mobiliario deteriorado
En Villa Ygatimí, Canindeyú, la comunidad educativa de la Escuela Básica N.º 5761 María Auxiliadora lanzó una advertencia grave:
“La institución educativa está en peligro de derrumbe. Las sillas pedagógicas están todas deterioradas”.
Ni la estructura ni el mobiliario escolar garantizan condiciones mínimas de seguridad, y aun así, el ciclo escolar continúa, como si nada pasara.
Estos reportes, que llegan a través de FOCO, no son casos aislados. Son apenas una muestra de una realidad estructural: la deuda con la educación pública paraguaya es profunda y sigue creciendo. Todos los reportes son derivados a las autoridades correspondientes como dependencias del MEC, las municipalidades y el Portal de Hambre Cero, para exigir respuestas concretas. Mientras tanto, son los propios ciudadanos quienes hacen visible estas situaciones, quienes documentan, reportan y siguen apostando a la educación con esperanza.
Eguatamina ecalculá. No puede ser que en 2025 siga siendo normal estudiar bajo un árbol o almorzar en pasillos fríos porque no hay aulas.
Desde reAcción Paraguay, seguiremos monitoreando y visibilizando estas realidades. Si conocés un caso similar, compartilo en FOCO. Juntos podemos exigir condiciones dignas para aprender.