Entre Caminos de Tierra y Piedra: Una Visita a Santo Domingo

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Era una calurosa tarde de septiembre, día en el cual con mis compañeros de visita partimos a visitar los colegios más distantes de nuestra ciudad. Nos dirigimos Partiríamos  hacia Santo Domingo. Recorrimos kilómetros de ruta antes de llegar a la entrada de Santo Domingo y recorrer sus vastos caminos de tierra y piedra. A pesar del calor, de algún modo apreciar el paisaje que nos rodeaba generaba un sentimiento reconfortante, pues recorrimos kilómetros y kilómetros de campos de trigo listos para ser cosechados. 

No íbamos muy rápido, puesto que el camino no colaboraba, pero tampoco nos importaba porque el lugar no paraba de sorprendernos con sus paisajes y, en mi caso, con los animales salvajes que aparecían brevemente. Pude apreciar por un momento un lagarto overo «teju» de gran tamaño pasando velozmente frente a nosotros para refugiarse en las pocas áreas boscosas que había en la zona.

Al llegar a la institución, dividimos los grupos. Algunos se quedarían en esta, mientras que una compañera y yo iríamos al siguiente colegio. El camino fue muy entretenido para mí; a mi compañera no le gustó para nada la idea de atravesar el barro a una velocidad considerable. Sin embargo, confiado en el poder de mi camioneta, atravesé ese camino lleno de barro temerariamente y sin dudar un solo momento.

Cuando llegamos al colegio, nos tomó por sorpresa el hecho de que los alumnos junto a los docentes nos esperaban afuera sin quitarnos la mirada ni un solo momento. Pensando que sucedía algo, me bajé lo más rápido que pude, pero no fue necesario. Ellos esperaban que fuéramos el camión que transporta la alimentación escolar. Un poco apenados, nos disculpamos y nos presentamos debidamente, luego mi compañera comenzó a realizar preguntas referentes a la alimentación escolar, la  respuesta de la directora explicó el motivo por el cual esperaron con tantas ansias nuestra llegada: no habían recibido la alimentación desde hace algún tiempo.

Después de esto, procedimos a verificar la infraestructura de la escuela, siendo esta bastante pequeña con una o dos salas, un baño y una cocina. Esta última presentaba grietas bastante considerables hacia sus esquinas. También se podía apreciar el nido de un extraño insecto (el cual no pude identificar) apoderándose del espacio de la grieta, incluso se podría pensar irónicamente que intentaba repararlo.

Culminamos nuestra visita y tuve que subir al techo de la camioneta a buscar señal para subir las pocas fotos que faltaban a FOCO. Una vez que pudimos subirlas, volvimos a buscar a nuestras compañeras para poder regresar al centro. 

En el camino, noté cómo estudiantes que parecían ser de Santo Domingo portaban uniformes del CREE, lo cual me sorprendió, ya que estábamos a unos 20 kilómetros de ese colegio. Sabiendo que en Santo Domingo existen instituciones desde nivel básico hasta medio y viendo el horario, que apuntaba aproximadamente a las 5 pm, deduje que este estudiante debía ser de turno noche. Tras haber visto la situación en la que se mantenían los colegios del área, no me sorprende que este alumno busque otra alternativa para acceder a una mejor educación. Sin embargo, no puedo evitar admirar el sacrificio que debe ser esperar horas a un colectivo que no sabes si llegará o no, llegar al colegio y salir a las 9 o 10 pm y enfrentarse a la misma cruel realidad: ¿llegará mi colectivo o no?

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